DIBUTADES Y EL ORIGEN DEL DIBUJO
Francisco Martínez Mindeguía
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Según una tradición que proviene de una historia de Caio Plinio Segundo (Plinio el Viejo), el escritor romano del siglo I (23-79), el primer dibujo es el que hizo la hija de un alfarero de Corinto llamado Dibutades. Esta joven tenía un amigo querido, que estaba a punto de irse de la ciudad. Antes de partir, la chica dibujó en la pared el contorno de la cabeza del chico, aprovechando la sombra de la luz de una lámpara. Después encargó a su padre que le hiciera una cerámica con esta forma. Esta es una imagen poética que tuvo mucho éxito durante el siglo XVIII y XIX y que dio pie a muchas representaciones. Una de ellas es ésta, de 1773, del pintor David Allan.

 

David Allan, El origen de la pintura, 1773
 
   

Como todas las historias clásicas, que han sido perfeccionadas con el tiempo, ésta permite entender bien una determinada concepción del dibujo, tal vez, también clásica. Sirve para ilustrar el dibujo que hacemos del natural, pero también el dibujo del proyecto (si el proyecto era el diseño de la cerámica) y sirve también para el dibujo de representación, porque el dibujo quedó en la pared después de hecho.

Sin embargo, si aceptamos esta imagen poética como se ha hecho durante mucho tiempo, el dibujo no nació como un medio para la comunicación sino para el recuerdo. La hija de Dibutades no conservó un "retrato" de su amigo sino tan sólo el contorno de su cabeza, algo suficiente para que, quien lo conociera, lo pudiera recordar.

Según esto, el dibujo reproduce tan sólo un fragmento de la realidad y reconocer lo que representa requiere conocer antes lo que está representado. En un proceso más elaborado, requiere haber establecido unos códigos de interpretación compartidos y haber convertido el dibujo en un lenguaje con el que explicar lo que aún no se conoce.

(La siguiente imagen es de 1785, del pintor Jean-Baptiste Regnault)
 

 

Probablemente la hija de Dibutades dibujó el contorno iluminando lateralmente la cabeza del amigo, para conservar su perfil característico. La elección de este perfil es casi tan importante como el hecho de conservarlo en la pared. La pared es el apoyo, la evidencia de que existe, pero la selección es el dibujo. El dibujo es la selección de lo que se valora y la eliminación de lo que no interesa mostrar.

Jean-Baptiste Regnault, L'origen de la pintura, 1785
 
  (La seguiente imagen es de 1830, del arquitecto Karl Friedrich Schinkel)

Karl Friedrich Schinkel, L'origen de la pintura, 1830
 

 

Aquí Schinkel cambia la idea original, posiblemente porque es arquitecto:

La acción ya no se desarrolla en un interior íntimo sino en el exterior, a a vista de todos, por lo que todos saben lo que representa el dibujo. La interpretación ha dejado de ser subjetiva y ahora es objetiva, pactada y aceptada por todos.

Quien traza el contorno es un pastor, que sigue las órdenes de la chica que orienta la cabeza del modelo. De este modo, Schinkel diferencia al operario material del director intelectual del dibujo.

Por último, la luz es la del Sol, por lo que la proyección cónica de la luz de la lámpara inicial ha cambiado por una proyección cilíndrica y, consecuentemente, el dibujo no es una perspectiva sino un alzado.
 

Bibliografía recomendada:
- Robert Rosenblum, "The Origin of Painting: A Problem in the Iconography of Romantic Classicism", The Art Bulletin, vol. 39, n. 4, 1957, pp. 279-290.
- George Levitine, Addenda to Robert Rosenblum, "The Origin of Painting: A Problem in the Iconography of Romantic Classicism", The Art Bulletin, vol. 40, n. 4, 1958, pp. 329-331.
- Robin Evans, "Translations From Drawings to Buildings", AA Files, 12, 1986, pp. 3-18.
- Frances Muecke, ""Taught by Love": The Origin of Painting Again", The Art Bulletin, vol. 81, n. 2, 1999, pp. 297-302.
 

© de los textos Francisco Martínez Mindeguía

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