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Philip James de Loutherbourg, Alud
en los Alpes, 1803
La pintura de Loutherbourg (1740-1812) muestra el momento en
que se desprende un alud de nieve, sorprendiendo a unas personas
que cruzaban un paso en los Alpes. La nieve cae violentamente
y ha arrastrado el puente ligero que estas personas iban a atravesar.
Una de ellas pide la ayuda de Dios, mientras otra echa a correr
para salvarse. La tercera contempla absorto el desprendimiento;
está inmóvil, impresionado por lo que ve y no parece
asustado. Parece incluso que está deslumbrado por el espectáculo
natural que contempla, que le sobrecoge e inmoviliza. Esta es
la representación de la idea de lo
sublime, tal como se entendía en el ámbito
literario y artístico del siglo XVIII. El concepto era
propio del período barroco pero se identificó con
carácter propio en el neoclasicismo y especialmente en
el romanticismo.
Como categoría artística, lo sublime había
sido teorizado por Edmund Burke, en el libro A
Philosophical Enquiry into the Origin of our Ideas of the Sublime
and Beautiful, que publicó en 1757. Deriva inicialmente
del hallazgo en el siglo XVI de un libro de título Lo
Sublime, del siglo I, que fue atribuido inicialmente a
Longhino, que se conservaba en el Vaticano y del que se hizo difusión
en 1636. Se trataba de un escrito de retórica, que contenía
instrucciones acerca de las técnicas que el orador debía
usar para persuadir a su auditorio. Fue un texto que se extrapoló
al plano filosófico (Immanuel Kant lo utilizó en
la Crítica del Juicio),
influyendo en la estética, en la crítica y en la
reflexión artística, y llegó a provocar una
auténtica y genuina revolución del gusto.
El término sublime designa
lo excelso, eminente o de gran elevación. Durante el siglo
XVIII designó una retórica capaz de inducir a los
oyentes no sólo a la persuasión
sino al éxtasis, capaz de elevar nuestras almas a las más
altas cimas, a la manera de un rayo [que] todo lo turbe, que no
sólo persuada al oyente, sino que lo subyugue. Después
del XVIII está retórica dio lugar a la idea romántica
del arte liberado de las ataduras del intelecto, hijo de la pasión
y de la inspiración. Un arte en el que lo
maravilloso, que va acompañado de asombro, es siempre superior
a la persuasión y a lo que es agradable.
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Ésta es otra imagen de lo
sublime, de un cuadro de William Turner, El Paso de Gotardo,
de 1808. |
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Éste es un grabado de Schinkel
que sugiere el abismo, el vértigo; El
Paso Lueg, cerca de Salsburgo, de 1811. |
En el XVIII, lo sublime se asocia a cualidades como la oscuridad,
la grandiosidad, la magnificencia y, consecuentemente, a sentimientos
como el temor, el asombro o el respeto. Por tanto, no sólo
a lo grandioso sino a un cierto sentimiento de dolor y peligro: todo lo que resulta adecuado para excitar
las ideas de dolor y peligro, es decir, lo que es de algún
modo terrible, o se relaciona con objetos terribles, o actúa
de una manera análoga al terror, es una fuente de lo sublime;
esto es, produce la emoción más fuerte que la mente
es capaz de sentir. Naturalmente, cuando el dolor o el peligro
acosan demasiado no hay deleite, pero a cierta distancia puede ser
objeto de satisfacción. Lo sublime, por consiguiente, comporta
una complacencia del todo ambigua: se trata de cierto horror
delicioso.
Lo sublime muestra al hombre su pequeñez frente a la naturaleza.
Si en lo pintoresco la naturaleza es un ambiente acogedor y propicio
que desarrolla en el individuo los sentimientos sociales, en lo
sublime la naturaleza es un ambiente hostil que desarrolla en
la persona el sentimiento de su propia individualidad, de su soledad.
Lo pintoresco es la poética de lo relativo y lo sublime
la poética de lo absoluto.
El éxito del libro de Burke muestra la importancia que
la poética de lo sublime tenía en Inglaterra. Un
éxito que luego se extendió a Alemania, Francia
e Italia.
Es interesante que en el siglo de la razón se plantee
el problema de lo irracional, como problema de la existencia.
Para Immanuel Kant, en la Crítica
del Juicio, lo pintoresco y lo sublime son dos actitudes
del hombre frente a la realidad: reflejan el problema de la relación
entre individuo y comunidad, que estará presente en la
producción artística de los siglos XIX y XX.
Posiblemente, el arquitecto que más se ha identificado
con este poética de lo sublime sea Etienne-Louis Boullée.
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Ésta es su basílica,
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Éste es el cenotafio de Newton.
Las siguientes son imágenes de Karl Friedrich Schinkel,
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Aquí es el contraste entre el fondo fuertemente iluminado
en contraste con la catedral oscura por efecto del contraluz, lo
que da el carácter sublime. Durante algún tiempo (antes
de 1815) Schinkel trabajó como pintor y escenógrafo
y adquirió una gran habilidad para captar las relaciones
pictóricas entre edificio y ambiente.
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En este caso es el dibujo
de una catedral, oculta por la vegetación. |
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Otro dibujo de Schinkel; en este caso un el edificio en ruinas,
invadido por la vegetación, vencido por la naturaleza.
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Bibliografía recomendada:
- Edmund Burke, Indagación sobre el
origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello, 1757
(reedición, Murcia, AOAATM, 1985)
- Walter John Hipple, Jr., en The beautiful,
the Sublime & the Picturesque in Eighteenth-Century British Aesthetic
Theory, Carbondale, The Southern Illinois University Press, 1957.
- Rosario Assunto, Naturaleza y razón
en la estética del setecientos, 1967 (reedición),
Madrid, Visor, 1989.
© de los textos Francisco Martínez Mindeguía
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