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Dibujo de Michael Gandy, El Banco de
Inglaterra en ruinas, 1830
En 1830, en la cima de su carrera, John Soane hizo una exposición
de su obra en la Royal Academy
de Londres. Para ella encargó a Gandy una perspectiva del
Banco de Inglaterra en ruinas. Éste el posiblemente su
obra más importante y conocida. En 1788, Soane había
sido nombrado arquitecto conservador del Banco de Inglaterra,
con apoyo del primer ministro William Pitt.
La perspectiva muestra la mitad de la fachada principal y la
planta, en la que se pueden distinguir sus espacios más
representativos. Si se conoce el edificio, se puede ver cada una
de las acciones que fue generando la forma final, la suma de partes
con sus simetrías propias. Sorprendentemente, Soane y Gandy
representaron el edificio en ruinas, como si fuera un edifico
de la antigüedad. De hecho, el dibujo recuerda el aspecto
de otros dibujos conocidos de las ruinas del Foro de Roma o de
la Villa Adriana, de Tívoli. El terreno frente al edificio
se ha hundido y ha dejado al descubierto los cimientos, en una
imagen que puede recordar la vista posterior del Palatino romano.
Curiosamente, y a pesar de la ruina, no hay escombros y del edificio
surge un resplandor que impide ver lo que hay alrededor. A su
alrededor se acumulan ruinas de otros edificios clásicos,
como en los grabados de Piranesi. Por ejemplo el siguiente, del
Coliseo romano
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De este modo, el dibujo muestra el Banco de Inglaterra como si fuera
una antigüedad, con el aura y el misterio que eso implica.
De este modo sugieren que aun cuando pase el tiempo y el edificio
se vea en ruinas, lo veremos como algo admirable.
En Roma y Grecia la ruina era el testimonio que aun se conservaba
del antiguo esplendor. En Inglaterra, que no tenía este
pasado, la ruina se utilizó como imagen, con contenido
literario, y se incorporó a la poética de lo pintoresco.
La ruina sugiere el paso implacable del tiempo y la nostalgia
del pasado. Como sucedió con los jardines, una amplia bibliografía
se creó en Inglaterra sobre el tema de las ruinas. Entre
ella, un texto de Thomas Whately, incluido en Observations
on Modern Gardening, de 1770, en el que decía: toda
ruina despierta la curiosidad sobre el antiguo estado del edificio
y fija la atención sobre el uso actual... (con ello,
hace referencia al cambio de uso), para
conseguir estos efectos, la ruina no tiene que ser real necesariamente;
a pesar de que las artificiales sólo pueden llegar hasta
un cierto nivel. Las impresiones no tienen la misma fuerza aunque
sean de la misma naturaleza; y aunque no conduzca a la memoria
de los hechos puede estimular la imaginación...
En el valor que atribuimos al monumento no
es tanto el hecho en si, como por las relaciones que pueden estimular
en nuestra imaginación. Este aspecto es importante,
porque se refiere a toda una serie de significados y contenidos,
en gran parte subjetivos, que consiguen sugerir.
Antes que él, William Shenstone, en Unconnected
thoughts on Gardening, 1764, había dicho: una
ruina... puede no representar nada nuevo para nosotros, ni majestuoso,
ni bello, pero proporciona esa melancolía placentera que
deriva de la reflexión sobre la magnificencia venida a
menos. Las ruinas tenían un gran poder de fascinación.
Destruidas por el tiempo y la historia, eran una combinación
de obra humana y naturaleza orgánica; permitían
reconstruir imaginativamente el espacio original, eran documentos
del pasado y podían inducir estados emocionales con sus
asociaciones.
Tenían también un gran poder evocador. En 1709,
el arquitecto y dramaturgo John Vanbrugh (1664-1726) había
dicho que las ruinas mueven a las más vivas y agradables
reflexiones sobre las personas que habitaron [los lugares], los
notables hechos ocurridos en ellos o las ocasiones extraordinarias
en las que erigieron: los edificios pueden evocar la historia
con más fuerza que los libros y pueden formar parte integral
del paisaje. (ver: B. Dobrée y C. Webs, The
Complete Works of Sir John Vanbrugh, 1928). En 1747, el
escritor Thomas Warton (en The Pleasures
of Melancholy) había relacionado las ruinas con
el sentimiento de lo sublime. Y en 1699 otro escritor, Thomas
Burnet (en Telluris Theoria Sacra,
1699), escribía que en la contemplación de las ruinas
la mente se ve estimulada hacia sentimientos y pensamientos sublimes.
Y también que por los antiguos templos de los romanos,
sus anfiteatros derruidos, conocemos la grandeza de este pueblo
La ruina puede ser también el inicio de un discurso. Descargado
de las valoraciones negativas de lo
viejo, la ruina es aquello que aun conserva el eco que
un esplendor pasado o de una actividad que tuvo. La ruina ya no
sirve para fines prácticos y es sólo arte...
Dos años después, en 1832, Michael Gandy repitió
el dibujo con una parte emblemática del Banco, la Rotonda,
construida entre 1794 y 1796.
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Éste es el dibujo que Gandy hizo en 1798, cuando ya estaba
construida. Gandy mostraba un interior con apenas decoración
y lleno de luz. Lo que ambos tienen interés
en representar es el dramatismo de la luz que, gracias a la desnudez
del interior, se hace más radical y expresivo, más
limpio y más perceptible... para sentir la emoción
de un espacio que no necesita atributos añadidos a los suyos
propios (Moleón, p.144).
En el dibujo que hizo en 1832, la Rotonda aparecía en
ruinas,
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Aquí la ruina parece sugerir la melancolía de la que
hablaban Shenstone y Whately. En esta situación, es posible
equiparar el edificio a los monumentos dibujados por Piranesi, de
la antigüedad romana.
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Éste es un grabado de Piranesi que representa un espacio
de la Villa Adriana, en Tívoli.
Soane y Gandy no llegaron a perder nunca la influencia que tuvo
en ellos la huella de su estancia en Roma.
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Bibliografía recomendada
- Margaret y Richardson y MaryAnne Stevens, John
Soane Architect, Londres, Royal Academie of Arts, 1999
- Pedro Moleón, John Soane (1753-1837)
y la arquitectua de la razón poética, Madrid, Mairea,
2001
- Brian Luckacher, Joseph Gandy. An Architectural
Visionary in Georgian England, Londers, Thames&Hudson, 2006
© de los textos Francisco Martínez Mindeguía
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